Celebrado como “el Shelley argentino” por sus versos de lirismo neorromántico que le valieron una precoz consagración literaria, Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978) ingresó muy joven en el círculo de la revista Sur. Su inteligencia y su formación cosmopolita no tardaron en ganarle el afecto de Adolfo Bioy Casares y de Silvina Ocampo, con quienes compartió veladas, viajes a Europa y estadías veraniegas en Mar del Plata. Antes de abandonar la Argentina en 1957, publicó seis libros de poemas y una importante cantidad de notables traducciones; escribió, en facciosa complicidad con Silvina, el drama Los traidores, y ejerció con lúcida ferocidad la crítica literaria. Instalado en Roma, con los años fue un escritor en lengua italiana, integrado al mundo cultural y editorial, admirado y temido por figuras como Alberto Moravia y Pier Paolo Pasolini. Tras su muerte, la complejidad e independencia intelectual y estética de su obra, que abarcó casi todos los géneros, hicieron que progresara hasta una posición cada vez más central en el canon latinoamericano y europeo. Después de Jorge Luis Borges y de Silvina Ocampo, no hay escritor más presente que Wilcock en el caudaloso diario que Bioy llevó desde 1947: abundan los largos diálogos, la observación meticulosa del personaje, las anécdotas que registran las etapas de su relación, desde la crispación inicial hasta el deslumbramiento y la amistad fraterna. Recopilado y organizado por Daniel Martino a partir de dichas anotaciones, así como de variedad de papeles privados que incluyen cartas hasta ahora inéditas, Wilcock es un libro que Bioy anheló pero nunca llegó a realizar. Al igual que el extraordinario Borges, este volumen revela, en toda su riqueza literaria y testimonial, la historia de un vínculo intelectual único en la literatura del siglo XX.
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