Leí este libro por primera vez hace quince años y desde entonces una imagen se grabó en mi memoria y perduró intacta, aunque sutilmente inexacta, hasta hoy: la de una papa humeando en un cacharro de metal en un paisaje invernal polaco. También una serie de sensaciones, que me iniciaron de una vez y para siempre en la poesía: extrañamiento, belleza, lejanía y oscuridad. Y las palabras, todas traídas de un universo léxico tan único y exacto. ¿Qué más incorporé en aquella lectura? Algo sobre el ritmo, una certeza que me enseñó que en la música y en la respiración del poema iba a estar gran parte de su esencia.
Releo este libro hoy, quince años después, y se actualizan los recuerdos, se vuelven precisas algunas imágenes y otras aparecen como leídas por primera vez. Pero algo persiste todavía igual de accesible e inaccesible. El hechizo de la poesía sigue intacto, atesorado entre estas dos tapas. El libro, editado y ahora reeditado, es el artefacto perfecto donde preservarlo.
Leí este libro hace quince años y en esa primera lectura –que era también la primera vez que leía un libro de poesía en mi vida– incorporé todos los elementos necesarios para la experiencia poética. Quizás haya, entre los lectores de hoy, otros que como yo se inicien con la voz de Andi en este mundo que para mí tendrá, por siempre, su capital en W.A.R.Z.A.W.A.
Mariano Blatt
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