Juan muere en un inesperado accidente en moto dejando una estela de tristeza. En especial a sus vínculos poliamorosos: Mora y la protagonista. Las otras partes de un triángulo que no se conocen pero a las que su muerte hará conectarse. Todo lo que saben la una de la otra son retazos de lo que alguna vez él narró. Ahora que ha muerto, inician un inesperado vínculo amoroso que las lleva a vivir juntas. Extrañadas de la monogamia que desató la tragedia, el departamento que antes habitaba Juan se torna un paisaje donde deambulan a ratos tiernas, a ratos feroces. La ausencia se vuelve carne, está viva, latente en cada uno de sus gestos cotidianos. Haciendo gala de una prosa envolvente y carente de trabas morales, Tamara explora de forma poética los anversos de la muerte: esos contrastes diarios con que la vida agudiza la pérdida. En esta ópera prima no hay espacio a solemnidades. Por medio de un humor lúcido e irónico, Grosso logra transmitir el desconsuelo de sus personajes sin necesidad de dramatizar, sino más bien, abriéndonos la puerta de ese departamento como si fuéramos parte de él, quizá, otra planta ausente en sus rincones.
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