Era el único muerto del pueblo. Y eso le ocasionaba mucho trabajo. Todo el tiempo convocado a un nuevo velorio. De allí al entierro y después a un nuevo velorio. Al fin y al cabo, el muerto solo pretendía hacer su vida, ¡y que lo dejaran descansar en paz!
La poesía y el ingenio irreverente de David Wapner más la creatividad feroz de Matías Trillo nos entregan esta genial historia de humor negro.
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