“Donde está el amor está la pena”, anuncia el epígrafe que abre esta novela. En el vértigo precipitado de la historia, se cuenta un amor salvaje, incontenible, que exige siempre una entrega total. Es el tipo de amor que provoca Luis Stapleton en los demás. Hijo único, adinerado, rebelde, autodestructivo, a quien la soledad y el tormento han dejado desamparado ante sus propias circunstancias. Por eso el desborde, el reto y el jugueteo con la muerte, en un aura que involucra a quien se lo cruce.
Contada desde la perspectiva y las vivencias de cada personaje, yendo y viniendo en el tiempo, la delicada pluma de Alejandra Laurencich crea un montaje rítmico, casi cinematográfico, haciendo encajar fragmentos dispersos para arribar a ese “inevitable” destino final. Con un lenguaje despojado y una destreza narrativa que describe visual y emocionalmente las escenas más feroces, haciendo foco en los vínculos, la sensibilidad, las razones y los impulsos detrás de cada protagonista, el relato fluye y atrapa sin tregua.
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