‘Una autobiografía precoz, cuando es como Una idea genial, inteligente y compleja -escribe María Moreno-, sólo puede ser la autobiografía de cómo uno se hizo lector y escritor en condiciones adversas para esa vocación’. Pero también, y es el caso de la novela de Inés Acevedo, el feliz intento de narrar un impulso capaz de delinear el transcurso de una vida, el deslumbramiento por la aparición de una espontaneidad a la que se fue destinado quién sabe cómo. Y entonces se vuelve irrelevante el hecho de que quien cuente su vida sea una niña, una joven o una anciana en su lecho de muerte: “Como soy autocrítica, me desprecio y creo que no soy capaz de hacer nada. Por eso me sigue sorprendiendo el momento en que agarré la mesita, la puse en mi cuarto y armé mi escritorito. Un espacio para escribir. En esa mudanza hay mucha energía. ¿Cómo se me ocurrió? Haber agarrado la mesa, haberla transportado. Me parece una idea genial.” Más adelante refiere: “A los quince, decidí empezar un taller de teatro en otro lugar (…) Sólo que el taller costaba ¡veinte pesos! Inmediatamente decidí buscarme un trabajo. Igual que cuando moví la mesa, este impulso me asombra, porque nadie me sugirió la idea ni cómo hacerlo. Y mi método fue eficaz».
Gustavo Toba
CORREO ARGENTINO
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