Oriente y Occidente han observado la realidad de manera distinta durante siglos, y por tanto la han reflejado con notables diferencias en sus respectivas tradiciones artísticas. Uno de los aspectos más atractivos de la estética japonesa es que, a nuestros ojos, nos resulta fascinante por distinta: si en Occidente priman valores como el orden, la simetría y la progresión lógica, en Oriente, y particularmente en Japón, los criterios dominantes son otros. Ahí es donde aparecen conceptos, cada vez más difundidos pero no siempre bien asimilados en nuestra cultura, que Donald Richie fija como esenciales para comprender la estética japonesa y, por tanto, una percepción única de la belleza suprema.
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