La presencia de un animal perturba los recuerdos de infancia y las sensaciones del presente. En su intento por negar las grietas que permanecen sobre la superficie de la piel, el cuerpo se expande para dejarse habitar por la ternura y los mimos. Escenas de lo cotidiano son magulladas por surcos que dejan transitar aquel salvajismo inherente.
Bajo este desdoblamiento se articulan los poemas que dan forma a Un perro no sabe que puede destruir. Trazos de paisajes arrasados por el fuego, una casa que desprende raíces, la humedad sofocante que inhibe el deseo, animales aguardando el arrebato de la muerte o un cariño efímero, son algunos de los motivos que aúna la escritura de Valeria Mussio, cuyo interés por el detalle de objetos y personas que suceden a su alrededor, se van inscribiendo con una dulzura e intensidad que conmueve.
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