Buena parte del talento de Leonardo Sabbatella reside –quizá como en pocos– en la capacidad de seguir a un personaje como a través de una lupa, volviéndolo gigante y deforme, pero a la vez frágil y querible. La narración –rigurosa, pensada, sutil– se vuelve una especie de travelling, de estudio de caso: en todos lados hay huellas de su gusto por la pintura, por la música, por las formas literarias más extremas, como un modo de expandir el sentido de un libro.
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