Tello se florea en la construcción de diálogos gracias a un oído atento y a su oficio para convertir la imaginación y los sonidos en frases certeras. Es cinematográfico; cualquiera de sus libros podría leerse como una película, en este caso quizás una continuación de su novela anterior. Su ojo se posa sobre el detalle para contar personajes, situaciones, momentos históricos. En cada uno de los capítulos, en cada una de las escenas, resulta victorioso como narrador, pero sobre todo como artesano en la confección de un lenguaje que acompaña la trama en una simbiosis perfecta, raramente hallada en buena parte de lo que se escribe por estos días.
Enzo Maqueira
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