Bizzio procede por acumulación de imágenes que una mirada superficial consideraría no relacionables, absolutamente autónomas si la intención de la mirada fuese percibir un significado único. Desde esa visual estrecha su lectura resultara difícil, porque el texto se presenta a menudo clausurado e inabordable. Desde qué orden "lógico", por ejemplo, encarar esto: El panelista del árbol de las heladas, forzado, muerto en el ojo del pez -rey- deja una risa de anillos al claro azul, / deja hachas T, / deja una bolsa llena de alitas de jóvenes ciegos. El final, sin embargo, resulta de un desarrollo con intima coherencia entre sus partes. Oscuridad y transparencia, solipsismo y objetividad se alternan a lo largo del poema. Ocurre entonces que el ademán arbitrario insertado en un discurso discontinuo se justifica y sostiene poéticamente por un sólido correlato. Este lenguaje produce una impresión de fragmentarismo, una visión dislocada de la realidad que pierde un guante que nadie levanta. Bizzio, apelando a menudo a un tono desenfadado o zumbón, embarcándose en el delirio de la palabra, quiebra los rostros convencionales del universo múltiple que se ofrece a nuestra experiencia sensorial. Como resultado de tal empresa, cada poema parece contener varios, por la densidad de sus propuestas, abiertas a direcciones diversas de significación.
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