¿No pasamos nuestra vida en la búsqueda insatisfecha del Otro? Del otro que al fin sea otro.
Pero lo totalmente otro no tiene que aguardarse de ningún Allá esperado, de una lejanía fantaseada: el pensamiento no dejará nunca de girar en círculos en ese imaginario proyectado.
Sobre todo se descubre tan cerca, al alcance, en aquello que hemos asimilado demasiado plácida, perezosamente. Lo inaudito no cae de un cielo mágico, sino que se extrae de lo que pisoteamos tan descuidadamente como instantes banales.
Tampoco lo opuesto es ahora otro, porque no confronta más con lo desconocido: ahora se plantea adelante, “en frente”, diametralmente alineado, e incluso dramáticamente erigido; pero ya asignado, inerte y ordenado –lo opuesto ya se entiende con su otro.
De allí que sea preciso, según creo, proceder de manera inversa. Buscar lo otro no en lo que se anuncia en las antípodas, en el papel del contrario, que ya es complementario; sino más bien abriendo una distancia en el seno de lo que creeríamos semejante, lo más próximo, aparentemente lo más emparentado: para sondear allí lo que fisuraría secretamente un posible otro.
De igual modo, también, entre el “placer” y el “goce” –a los que creíamos asociados.
Porque es al emerger de tal distancia que Otro –Tú– puede ser encontrado.
Pensar al otro: ¿no es acaso lo que puede volver a impulsar la filosofía y lo que en primer lugar nos hace acceder a la existencia?
François Jullien
CORREO ARGENTINO
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