Esta novela abre con una duda lingüística fallida: ¿cómo se dirá “bizcocho” en kosovarí? Interrogante que nadie podrá responder en estas páginas, esencialmente porque no existe tal idioma. Pero no sólo por eso: también porque Eric Barenboim ha logrado escribir un libro agudo, cándido y disparatado donde las preguntas sobre la esencia de las cosas –su identidad– y sobre el modo de nombrarlas –su nomenclatura– sólo pueden ser abordadas desde el absurdo. Es por eso que Miguel Suárez, el kinesiólogo uruguayo devenido preparador físico que protagoniza este relato balcánico, deberá dejarse llevar sin certezas por la tracción del sinsentido, de la mano de un narrador que resignifica de manera cabal su condición de omnisciente.
CORREO ARGENTINO
DESCUENTO DEL 10% POR TRANSFERENCIA BANCARIA
Protegemos tus datos