Leonardo Sabbatella escribe solo. Dicho así, suena a obviedad: todos los escritores escriben solos. Podría decirse, entonces, que Sabbatella escribe en soledad, por un camino de soledad. Ajeno a las modas que duran quince minutos, a los lugares comunes de nuestro tiempo, su figura encarna el aura del escritor talentoso y empecinado. Empecinado en darle a la lengua, a la sintaxis, una forma singular, original, reconocible como una marca de un estilo personal indiferente al griterío de la época. Todo ocurre como si Sabbatella nos hablara en voz baja, al oído, para decirnos algo que nos atraviesa, que nos deja en un estado de perplejidad y pérdida de los puntos de referencia. Así fue desde su primera novela, y así continua en la cuarta, Sobre un campeón póstumo.
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