Apenas comienza Sierra Nevada, Brownie, la gata que vive con la narradora, muere. Pero en su lugar, queda un tatuaje anime de la felina en el cuerpo de la protagonista. En la noche donde los seres amados desaparecen, podemos dormir y llenar nuestro cerebro de imágenes. Las pérdidas dejan espacio para que la transformación acontezca. En ese hueco, aparece el viaje de iniciación que cualquier heroína tiene que hacer para conocerse a sí misma. Esta heroína es salvaje y revirada, por eso la narración que va hilvanando las escenas es eléctrica.
Sierra Nevada es un antídoto contra la realidad, un encantamiento para sumergirse en lo desconocido, una escritura que funciona como la picadura del escorpión: te llena de ese deseo negro, viscoso que hace que querramos ir a vivirlo todo, a ser las protagonistas de un sueño que a cada segundo se llena de pesadilla.
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