“No es verdad, en la gran Monja gongorina, lo de la inspiración como ráfaga desmelenada de viento; no se puede hablar de la Musa exhalándole su ardiente jadeo sobre las sienes. Su Musa es la justeza, una exactitud que casi desconcierta; su Musa es el intelecto sólo, sin la pasión. La pasión, o sea el exceso, no asoma a su vida sino en una forma: el ansia de saber. Quiso ir a Dios por el conocimiento. No tuvo delante de lo creado el estupor, y tampoco el recogimiento; sino la delectación de gozarlo matiz a matiz y perfil a perfil. Del lucero tembloroso, ella quería saber”.
Gabriela Mistral
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