Serverland trata de una era posdigital fechada alrededor del año 2030, en la que, por causas difusas atribuidas a cuestiones de seguridad, ya no existe Internet. Con la red ha desaparecido una sociedad que compartía hasta lo más privado y se ha perdido el acceso a la “biblioteca global” de los buscadores. En un futuro de cultura analógica muy parecido al pasado reciente, con guías telefónicas y mapas impresos en papel, teléfonos con monedas y televisión con programas de horario fijo, Reiner, un veintiañero nerd que trabaja para el correo, se dedica a rescatar de la chatarra “reliquias digitales”. Atesora antiguas computadoras portátiles y videojuegos. De pronto, en su vida irrumpe Meyer, un viejo compañero de colegio que lo conducirá a un hallazgo fabuloso: los servidores de Internet. En pabellones industriales abandonados, aún existen los centros de datos con informaciones, imágenes y videos originales de millones de usuarios. La misión de Reiner es acceder a ellos. Mientras que para Meyer se presenta la promesa de un buen negocio vendiendo perfiles de Facebook, para Reiner es una emoción reverencial que imagina comparable al encuentro con la Biblioteca de Alejandría. Tras el hallazgo de los antiguos servers hace tiempo desconectados, se plantea la posibilidad técnica de volver atrás. O lo que es lo mismo: el dilema de refundar una comunidad.
Con una prosa clara, en un relato ágil que fluye y atrapa, en Serverland se combinan, entre otros, elementos tomados del road-movie y los videojuegos. En esta, su primera novela, la joven escritora alemana Josefine Rieks, propone una visión crítica de las nuevas generaciones acerca de una utopía digital.
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