Todas las mañanas; Sanji aspira con apetito los deliciosos aromas provenientes de la panadería situada debajo de su casa. Un día; el avaricioso panadero lo lleva ante el juez; acusándolo de ser un ladrón de olores. El juez ordena pagar a Sanji una estratosférica suma por cada uno de los olores hurtados a su vecino. El panadero se alegra complacido hasta que descubre que será resarcido con la misma moneda con la que se efectuó el robo.
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