—Estábamos hablando de William Shakespeare —siguió García—, ¿lo conoce?
—No personalmente.
Nati está de malas, la amiga se la pasa con el novioo, su mamá está enferma y el papá planea una mudanza a Perú. El mundo se desploma sin contemplaciones. Para colmo, la de literatura parece ensañarse con ella todas las clases.
El triángulo de tragedias de Romeo y Julieta se refleja en la vida de la joven protagonista haciendo del drama el lugar al que conducen todos sus caminos. Pero mientras los problemas desbordan, se ilumina un futuro que parecía perdido. Esa es la piedra angular de la adolescencia: ganarles buenos momentos a los tiempos difíciles. A estos tiempos.
Romeo y Julieta y yo es una novela atrapante. Historias dentro de historias y secretos familiares que salen a la luz en una merienda distraída o en el camino al colegio.
—¿Qué dice? —dijo García.
—Digo que, para mí, Romeo y Julieta no eran adolescentes.
—Julieta tendría su edad, Tecci, unos trece o catorce años. ¿Cómo llama usted a la etapa de la vida que está viviendo?
"Una etapa de porquería", pensé.
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