Si en Vaquera invertida McKenzie Wark hacía estallar el género biográfico para narrar su fuga de la masculinidad, en este nuevo libro superpone capas de autoficción a otras de autoteoría para preguntarse: ¿es posible escribir un libro sobre la rave como práctica que sea a su vez una práctica raver? ¿Son aún útiles los conceptos, la escritura, en esos espacios a los que vamos justamente a perdernos? Prepárense para adentrarse en el mundo de las raves de la mano de McKenzie Wark.
Partimos con una crónica totalmente inmersiva: una acumulación vertiginosa, fractal, de vivencias, ambientes, tips de supervivencia, percepciones alteradas y cuerpos exhaustos. Y sobre las premisas de esa experiencia se irán montando ideas ingeniosas que afloran en la atmósfera misma del éxtasis. Femmunismo ketamínico, tiempo-k, rave continuum son algunos de los conceptos producidos en diálogo con amigas anónimas, amantes ocasionales, djs, trabajadores de la noche, y una lista heterogénea que va de Theodor Adorno a Juliana Huxtable, pasando por los situacionistas o un meme de Facebook.
Podríamos decir que hay dos contextos en los que tiene lugar esta especie de microetnografía literaria. El primero son las raves queer y trans-friendly de Brooklyn. Los espacios industriales abandonados, muchas veces ilegales, que descubren una cara oculta de la ciudad. Sus juegos de luces, humo y techno alienígena. Pero hay también un contexto más amplio, el de nuestra época. Una época violenta, de espectáculo y explotación constantes, de precariedad, racismo y homofobia. Raving describe prácticas colaborativas que tienen lugar bajo el abrigo de la noche, en ambientes temporarios, artificiales, en un tiempo lateral fuera de la historia. Un refugio en el que la alienación se convierte en disociación y en el que podemos volver a bailar e improvisar, incluso cuando todo a nuestro alrededor conspira contra cualquier imagen positiva de futuro.