Hace más de medio siglo que Dario Argento tomò una antorcha heredada de Mario Bava, con la certeza de que el miedo puede invocarse no solo con oscuridad, sino con un alucinado caleidoscopio de color. Destinado a multiplicar asesinos de manos enguantadas y cuchillos de hojas relucientes; testigos atormentados, traicionados por su memoria; un calculado zoologico de simbolos, en forma de animales; el creador de obras maestras como Suspiria, Rojo Profundo, Tenebre y El pajaro de las plumas de cristal, siempre supo que la condiciòn hipnòtica del giallo es el mejor territorio para cultivar sus decoradas pesadillas.
En todos sus films, y con la dedicaciòn de un obsesivo artesano, Argento se preocupa por activar cada uno de sus mecanismos: Que el trauma infantil dispare una perversiòn, que una musica repetitiva y espectral envuelva una plaza vacìa, que miles de triangulos de vidrio estallen sobre la piel y que la geometrìa de una arquitectura funcione como una retorcida forma de magia.
Suspirá profundo, estás a punto de cruzar el umbral y entrar en la mente de uno de los directores fundamentales del horror moderno. El espanto te espera. Cerrar los ojos está prohibido.
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