En abril de 1988, surge en Buenos Aires la revista literaria Babel, uno de los hitos culturales más estimulantes de la posdictadura argentina. Su aparición supondrá el salto a la palestra del grupo literario Shanghai, a cuyos componentes, hartos de los efectos residuales del boom, se tildaría maliciosamente de dandies y posmodernos europeizantes y cuya propuesta estética e ideológica sostenía la autonomía de la literatura tanto ante la política como ante el mercado. A su alrededor se congregaron, entre otros, autores como el propio Chitarroni, María Moreno, Daniel Samoilovich, Sergio Chejfec, Sergio Bizzio, Martín Caparrós, Daniel Guebel o Alan Pauls, varios de los cuales transitan de forma recurrente, bien que transfigurados, por las páginas de Peripecias del no, una novela en clave sobre los fulgores y fracasos de la literatura argentina moderna, armada a partir de apuntes diarísticos, citas, listas, diálogos, ensayos, cuentos truncados, artículos o poemas de escritores apócrifos: órganos independientes pero no autónomos que funcionan como un solo cuerpo, y en los que Chitarroni, uno de los grandes ironistas contemporáneos en lengua española, prescinde de la trama para desplegar con escepticismo y mordacidad los grandes motivos borgeanos de la erudición, la construcción del canon y la consagración literaria. No casualmente, Peripecias del no se nos presenta como una obra en marcha, babélica, digresiva, gozosamente inconclusa, que dinamita las convenciones del género a fin de soslayar lo que Bioy Casares dio en llamar el «riesgo de lo novelesco», y en la que las fronteras que separan tradición y experimentación quedan definitivamente desdibujadas.
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