Los personajes de Perfect Hair viven escenas mínimas y pobladas de incomodidad. Una call-girl conoce a un cliente muy particular, mientras su compañera de cuarto visita a su abuela en el hospital, después de pasar por el sauna. Todo lo cotidiano (un saludo, un tren, un comentario jocoso) se vuelve desconocido, como dicho por alguien que nos cae mal. Parrish se ubica en el punto justo donde la interacción social es algo que no entendemos, como cuando miramos a los ojos fingiendo interés, mientras oímos algo que no nos interesa. Se ponen de manifiesto así las etiquetas que usamos como reemplazo para no tener que conocer al mundo desde la experiencia (siempre dolorosa, siempre confusa).
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