Su ciudad fue Curitiba (“lugar donde existen pinos”, según la etimología guaraní). Fagocitador de todas las tradiciones, polaco, negro, practicante del zen, el judo y el haiku, letrista de canciones, publicista, traductor, poeta, ensayista, novelista. “Un mestizo curitibano”, como se definía, y su intensa vida breve de 44 años.
Sea esta antología de sus poemas, bautismo de satoris, mazazo de iluminaciones, iniciación a toda su compleja obra. Sea sobre todo lo que enuncia su palabra-invención: Perhappiness. Tal vez felicidad. Textos para alimentar esa salutífera ilusión de un Brasil voraz, grafomaníaco, sintético. “Mientras haya un fonema, no voy a estar solo” dijo.
Así sea, Paulo Leminski.
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