Yan Jun habilita una nueva reflexión sobre nuestra relación con el arte: desenfocar los sonidos para igualarlos (ningún sonido se destaca sobre otro), desenfocar la escucha para no escuchar nada en particular, desenfocar la subjetividad a partir de la destrucción del lenguaje, y devolver la intimidad al ámbito privado, donde el ruido alto y fuerte identificado con el noise se convierte en un ruido blando, bajo e innominado. Escenas experimentales mínimas y control estatal; bajas frecuencias como instancias prelingüísticas; una banda sonora para una película de ciencia ficción; y la relación entre el cuerpo, las máquinas y la naturaleza en una China hipercapitalista, en la cual mitología, espiritualidad e historia cultural y política funcionan como nexos de todas las cosas.
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