Mucho se habló de este libro cuando apareció en 1979, mas la atención y la polémica se centraron entonces en su implacable diagnóstico sobre la realidad social de Italia, un país «sin verdades» de acuerdo con el categórico dictamen de Sciascia: la lectura estaba irremediablemente supeditada al impacto de los hechos, algunos aún presentes en la conciencia colectiva aunque ya alejados en el tiempo (el caso del bandido Giuliano, por ejemplo), otros tan inmediatos y urgentes como el affaire Moro, cuya ominosa sombra recorre estas páginas a modo de fantasmal inquilino. Negro sobre negro se fraguó durante diez años turbulentos, los comprendidos entre 1969 y 1979, y a sus turbulencias remite una y otra vez sometiéndolas a un escrutinio a veces despiadado pero siempre sutil. Hoy, sin embargo, liberado el lector de la «actualidad», convertidos los hechos en «historia», cabe una relectura donde el discurso político nacido de la urgencia conviva con (y se integre en) una más amplia y no menos lúcida reflexión sobre las formas de representar el mundo mediante palabras, es decir, sobre las posibilidades y límites de la literatura, esa incómoda (o desleal) acompañante de la realidad aquí definida como «sistema de “objetos eternos
CORREO ARGENTINO
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