Muchas veces me he preguntado cómo resiste un ser humano el -y en el- despojo, cuál es esa zona de resistencia, cómo o para qué alienta la creación y crea, a su vez, una obra inmensa, compleja y profunda, además, desde lo literario y desde lo ideológico. Porque, ¿cómo ponderaríamos una obra semejante sólo desde los aspectos retóricos o estilísticos?
A la Historia -dicen- en tanto relato oficial y de conveniencia, la escriben los vencedores. Pero detrás, a los costados, por encima, evadiéndose por las grietas que va generando el mismo relato clausurado -por ofrecerse a sí mismo como la Verdad- aunque irresoluto, aún, por hallarse siempre en construcción, van colándose la memoria personal, la memoria social, que complejizan y muchas veces socavan aquella primera Verdad, no siempre porque estén operando con esa intención, sino porque actúan discursivamente a contrapelo, ofreciendo versiones alternativas para la lectura de la realidad.
Escribir sobre el despojo, siendo testigo de una época, de una condición del hombre materializada en lo abyecto, escribir desde la intimidad y el dolor privado, pero como participación y ejecución de una memoria más delicada y compleja, porque es la memoria social, dejando pasar la luz, revelando, y proponiendo ese grito no como regodeo privado, sino como denuncia y participación de la verdad a los otros, y abriendo esa verdad posible salvarse, colectivamente salvarse.
Elena Anníbali
CORREO ARGENTINO
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