Poemas urbanos, melancólicos, amorosos. En ellos transcurren los días del ser hijo y se despliegan los aprendizajes trascendentes de la infancia, intuyéndolos en el susurro sensual entre el padre y la madre o arrancándolos de sus discusiones. Siguiendo los pasos de quien sale a trabajar, de quien cocina y lava y tiende la ropa al sol. Siguiendo los pasos de quien se apura a sacarla antes de que caigan las gotas de una tormenta intempestiva.
Pero también, en estos poemas, juegan tiernas las horas con la persona amada, cuando la ciudad se entrega a la armonía natural de las plantas o se irrita con la disonancia del tránsito. Entonces, el estado de ánimo transforma la mirada sobre los objetos de la casa y del cielo que la abarca.
Meteoro, como cada libro de Julián López, es una máquina expresiva, una aventura lírica que se abraza a la realidad como si se arrojara sobre una bomba. Para que le estalle en el pecho.
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