¿Y si el poema se convierte en un potente mecanismo de defensa ante la crueldad del mundo? Eso parece escribir este nuevo libro de Marianela Luna, Moli. Bienvenidxs a un modo del poema donde lo que importa es su fuerza viva en tanto modo de escritura y apertura a un goce con lxs otrxs que, como en una fiesta, nos hace compartir el momento sin desligarnos de nuestros modos de mirar el mundo, pero tampoco imponerlo sobre lxs demás. No se trata, acá, de una defensa que replique una fuerza de contrapeso a otra en los mismos términos, sino que sacude aquello que lastima desde una dulzura, ternura y risa naif que nos permite alivianar lo que se presenta como demasiado pesado para seguir vivxs e, incluso, escribir. Los versos de Molly nacen de una voz fresca, lejos de los registros anquilosados de la poesía argentina ya convencional, de los noventa y previa, pero también de la exigencia de lo nuevo como único parámetro de lo contemporáneo. Por eso, se quita una mochila de encima, la de las generaciones pasadas, abriendo el futuro en términos de hacer que el poema sea siempre una apertura a todas sus posibilidades. En todo caso, lo nuevo es aquí sospecha sobre lo nuevo desde el presente mismo de una voz sin pretensiones, a partir del poema como una defensa que permite vivir en plena devastación y que interviene haciéndonos ver en las relaciones con lxs otrxs eso que, por normalizado, pasaba. Y pasaba en la familia, en la poesía, en el amor, en la calle. Los poemas de Moli tienen esa potencia: aliviarnos y transformarnos. La magia de Moli trabaja allí, en la plena potencialidad de ser una oportunidad para vivir y escribir de manera cada vez más desprejuiciada y, por ende, dichosa.
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