«Hay paseos, sobre todo. Caminatas de a dos, pares que caminan. Caminatas en el Gualeguay de la adolescencia al atardecer con Juanele, desde la biblioteca municipal. Caminatas con Borges en los años 20, con Juanele de nuevo en la década del 20 y del 30, con Calveyra en los 50. Con Gombrowicz no, con Gombrowicz los encuentros estáticos en el Querandí, década del 40. El gesto es el mismo, y es antiguo: el pensamiento puesto en marcha. Fondos de Palermo, bajos de Saavedra, Avenida Corrientes hasta Chacarita, Puente Alsina, Barracas. Una noche, luego de una tertulia por Belgrano, Mastronardi y Borges enfilaron solos hacia el suburbio. Caminaban tan entretenidos con la charla que tardaron un momento en sentir el agua en los zapatos. Habían dejado atrás hace rato las últimas luces y apenas podían verse las manos o la cara. Silbido del viento en los pajonales, olor del río mezclado con la podredumbre de los fetos desechados, ladridos de perros. Quisieron dar marcha atrás y durante media hora chapotearon sin dirección, hasta que divisaron una luz a la distancia. Recién entonces se dieron cuenta de que caminaban callados desde hacía un rato. Uno de los dos hizo una broma mientras apuraban el paso. La luz se fue haciendo más intensa y finalmente distinguieron hombres a caballo. Era una partida.»
CORREO ARGENTINO
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