Cada una de estas piezas ha sido resultado de un proceso más o menos parecido: un primer esbozo surgido de improvisaciones, sucesivamente amasado luego en ensayos y reescrituras, que llega finalmente a mis manos para su dramaturgia final. En algunos casos mi trabajo en ellos fue de puro pulido: enriquecer su imaginario y lenguaje, unificarle estilo, condensar y organizar su estructura. En otros hizo falta meter algo más de mano: desarrollarlo, revelar sentidos, o reescribirlo sobre la idea original. He trabajado no obstante sobre cada uno con el mismo amor y el mismo odio con el que trabajo a los míos. Una experiencia gozosa y gimnástica que repito desde hace muchos años: sentarme resignadamente tras la cena durante los meses de cursada con una copa del tinto que me gusta a jugar con ellos, ir viendo cómo el cansancio deja pasar al entusiasmo, y terminar cada noche igual: en ese no horario, en ese tiempo abolido que es condición cantada siempre de la creación fértil.
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