El dolor que produce el amor no abandona a su presa, le muerde los bordes, la obliga a recordar las frases que se dijeron, y las que no. La presa se desgarra, se desarma en el contacto, pero en lugar de morir o de luchar, escribe. Como en una de aquellas crueles escenas del National Geographic, con este libro entre las manos, asistimos a una dramática e inútil persecución del sentido. ¿Cómo narrar esa luz que incluso cuando se apaga nos encandila? No hay una primera vez sino unas primeras veces, propone Laura Litvinoff. Y en estos días en que el modelo de un amor sin sufrimiento pretende imponerse, lanza, valiente, esta cantinela del deseo desatado. ¿Neurosis romántica? Puede ser, pero además, hay un atajo: la presa ha conseguido liberarse del consabido rencor y de cualquier sed de venganza o de reparación.
Liliana Viola
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