Entre los diferentes modos de existencia que tienne Souriau catalogo a finales de los a¤os 30 y comienzos de los 40, uno de ellos llamo poderosamente su atencion: las existencias virtuales. Toda su investigacion, en el cruce entre la filosofia y el arte, se vio conmovida por este hallazgo. Estas existencias, en el limite de la no-existencia, y rebautizadas por David Lapoujade como menores, no lo son por su insignificancia, aun cuando desde siempre y para siempre corren el riesgo de no ser tomadas en cuenta. Por el contrario, lo menor es un potencial, una positividad, un virtual lleno de posibles. siempre que se les reconozca su derecho de existir. Es entonces un asunto de jurisprudencia el que decidira sobre ellas, ya que se trata toda vez de un hecho invisible, invisibilizado, o al menos no reconocido por la ley de lo visible. Este derecho de existir necesitara de testigos y de abogados defensores, ya que su litigio es el mas dificil. Y reclamara un nuevo modo de ver, de percibir, de poblar. y seguramente, de luchar. Lapoujade perseguira estas existencias -y el modo de percibirlas- por tierras diversas, desde la literatura de Pessoa, Proust, Kafka, Henri James o Beckett hasta la del mismo Don Quijote, pero tambien en la pintura, en la musica, o en trayectos de la fotografia actual. Existencias menores, o bien fragiles, evanescentes, espectrales. Puesto que sentir su presencia, diria Spinoza, es algo tan raro como excelso. Lejos de los seres de ficcion y al lado de las cosas y los fenomenos que notamos, estas existencias viven a la manera de un halo, una brisa, o una bruma que se cierne.
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