Verónica tarda, Verónica se demora inexplicablemente y el libro sigue hasta que ella regrese o hasta que Julián este seguro de que ya no volverá. De eso va La vida privada de los árboles: de la noche larga y tal vez definitiva que Julián pasa esperando que su mujer regrese, que el libro termine. Hacia el final de esta, la segunda novela del chileno Alejandro Zambra, Julián desea ser una voz en off, un coleccionista de historias ajenas; quiere escribir y no ser escrito, pero esperar es dejarse escribir: esperar es seguir una constante deriva de imágenes. Entonces la historia comienza mucho antes de esa noche última, tal vez una tarde de 1984, con la escena de un niño mirando televisión. Y termina con las inevitables conjeturas sobre la vida
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