Vladímir P envejece a marchas forzadas aislado en un mundo poblado por los recuerdos de sus años en el poder. Para desprenderse del antaño todopoderoso gran líder, con todos los honores (y horrores), y no levantar sospechas entre sus súbditos, se le invita con sumo tacto a pasar el resto de sus días confinado en una suerte de exilio vacacional entre los muros de su lujosa dacha, al atento y –todo menos desinteresado– cuidado de su personal doméstico. Tan solo el bueno de Sheremetev, enfermero que le atiende a todas horas, ignora que el resto del personal está valiéndose de todos los medios a su alcance para sacar provecho de la riqueza amasada por su patrón el temido. Pero cuando el fiel enfermero, inasequible a las corruptelas de palacio, se ve imperiosamente obligado a reunir, con suma celeridad, una importante suma de dinero para sobornar a un fiscal o, de lo contrario, resignarse a ver cómo su subversivo sobrino se pudre sin remedio en la cárcel, el volátil chef de la dacha le descubre las irresistibles tentaciones del secreto mundo de comisiones que se mueve a su alrededor... Esta mordaz y distópica sátira de escalofriante actualidad, en cuya denuncia de la corrupción no escasean las alusiones a elecciones amañadas, viejos camaradas caídos en desgracia y torturados (por su propia desdicha –y por terceros–), aspirantes al trono del Kremlin, periodistas asesinados, disidentes encarcelados, miles de millones en comisiones, etc., acaso pueda antojarse tanto o más hiperrealista y verosímil que cualquier obra rusa del género que ose versar, siquiera tangencialmente, sobre tan delicada materia –por no haber sufrido el impío azote (con frecuencia literal) de la censura que se gasta en la estepa–. A la manera de Orwell en la granja revolucionaria, la dacha –en un ominoso y no muy distante futuro– se nos revela como un revuelto retablo costumbrista en cuyo microcosmos se da cuenta de todos los males que afligen a la Rusia actual. Honig disecciona y pone de relieve la grotesca realidad que subyuga a sus habitantes en una época siniestramente cercana en la que todo individuo honesto, piadoso y altruista es considerado un cobarde pusilánime y los advenedizos emprendedores, convertidos ya en oligarcas, devienen objeto de culto y son venerados por su arrojo sin escrúpulos.