Tres historias se cruzan en este regreso de Eduardo Goldman al género negro. Adrián Pelaso, un abogado perdedor que sucumbe a los extraños propósitos de una secta hambrienta de terror; Emiliano Castro, un actor frustrado que protagoniza el comercial de un analgésico que puede matar a quienes lo consuman, y Tiberio, un hombre excedido de peso que trata de curar su impotencia sexual apelando a fantasías escabrosas. Al ritmo de una desesperación sin Dios (o con demasiado Dios) estas tres historias avanzan entre crímenes, brumas varias, especulaciones paranoicas y sangre, mucha más sangre, incluso, de la que un vampiro puede soportar. En La risa triste del vampiro, con su destreza habitual, este gran autor argentino nos lleva sin respiro, y sin ahorrarse destellos de humor, hacia un final memorable que los lectores tardarán mucho tiempo en quitarse de encima, si es que pueden.
Martín Sancia Kawamichi
CORREO ARGENTINO
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