Cuerpos vendados, quejidos por la noche, cuencas vacías en las caras de quienes han perdido los ojos, piernas prostéticas, niños que brotan por todos lados en el hospital de leprosos. Tamio Hōjō describe el sanatorio donde vivió los últimos tres años de su vida como una aldea, donde todos los pacientes cumplen una función y encuentran en sus actividades una forma de sobrellevar la tragedia. Tres años le bastaron para construir una obra que le dio sentido a una vida completa. Hasta el día de hoy se lo destaca como un poderoso cronista de la vida de los pacientes y el principal representante de lo que se denomina literatura de la lepra.
CORREO ARGENTINO
DESCUENTO DEL 10% POR TRANSFERENCIA BANCARIA
Protegemos tus datos