La existencia no es algo que el arte justifique, sino que antes bien la obra hace existir la justificación misma. Nada existe, sino el cuadro. La apariencia bella dura un instante, brilla y desaparece. De allí el nerviosismo apresurado, ansioso, de la mano del pintor, al igual que el tic desesperado que le hace levantar la vista para mirar a su modelo y volver a bajarla sobre lo que traza en la tela, y levantar los ojos de nuevo, como si no pudiera creer en lo que está pintando, como si lo que parece vivo no apareciera sino en la forma fija, detenida y muerta del cuadro. Todo cuadro es falso en su búsqueda de la verdad, salvo el absoluto, la obra maestra nunca vista que contiene a una mujer viva, no lo que aparentaba ser.
CORREO ARGENTINO
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