Una enfermedad, un duelo y hasta un mensaje de Whatsapp pueden herirnos, porque nos afectan en un punto en el que somos especialmente frágiles. En cualquier caso, el dolor siempre deja huella. A veces, conservamos su recuerdo, conscientes de que somos lo que somos también gracias a él;otras, nos daña de forma indeleble, provocando reacciones que a largo plazo se vuelven disfuncionales y pueden originar auténticos trastornos. Como heridas que no cicatrizan, las experiencias dolorosas provocan otro dolor y van acompañadas de otras emociones: miedo, angustia, rabia.
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