Lo que escribo es tuyo. Pero ahora es mío. Porque yo te lo robé. Así comienza la obra de culto de Cucurto, atravesada por el plagio, la migración, la marginación, la violencia y el sexo. La poesía, gozosa y vulgar, compuesta sobre los cuerpos de las mujeres dominicanas, prostitutas caribeñas, en un relato erótico que se escribe entre las paredes del conventillo.
“Es un libro donde el verbo se hace carne para saquear a todos los escritores latinoamericanos y construir con sus múltiples registros una canción marginal y festiva. Es el sermón de la montaña para los que habitan los conventillos, los sitios eriazos, los lugares golpeados. A diferencia de los procedimientos de la gauchesca –donde los verseros eran señoritos–, acá es el gaucho auténtico el que se pone a cantar, estos versos rantifusos, milimétricos en su desparpajo; un vozarrón atolondrado que ahora reina sobre La Gran Llanura de Los Chistes”.
Fabián Casas
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