“Esta opción, cambiar de rumbo, me generaba culpa y miedo. Culpa por todo el esfuerzo invertido por mis padres en mi carrera, y miedo por dos razones. La primera, porque significaba prescindir de las garantías de las que supuestamente podría disfrutar si seguía por el camino que hasta entonces parecía haber estado marcándose para mí: un trabajo fijo y un buen sueldo seguramente, con beneficios y jubilación, es decir, estabilidad económica sostenida a futuro. La segunda, porque suponía abandonar todo lo conocido y atreverme a explorar e ir descubriendo la gran incertidumbre de las posibilidades que pudieran ir abriéndose ante mí en un camino completamente nuevo. Todo esto me lo han enseñado Argentina, la crisis del 2001 y los malabaristas.” Maru Sainz
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