¿No es la juventud un puñado de historias, de buenas historias con amigos... por lo menos lo mejor de toda juventud? ¿No es ese resplandor delicado que baña los recuerdos con su afecto, hinchando las cosas más simples con un aura existencial pero también dejando de las más profundas no más que una silueta, una que incluso cuando pierde su color no pierde su presente?Agustín Romero hace literatura en el mejor de los sentidos:- porque construye un mundo inmenso, oceánico, frente a nosotros y para nosotros, una lengua-mundo sonora o cinematográfica para revivir esa juventud ensoñada de secretos, deseos, traiciones. Un mundo en el que Esteban, el Tigre y Bayo nos harán -sentir uno de ellos, en las calles de Trelew o en el puerto de Playa Unión o en una ruta... siempre una ruta hacia alguna parte. La juventud es un viaje, pero, ¿a dónde?: destino desencontrado. Y la costa patagónica, un paisaje temporal en esta novela tierna, triste, precisa, fotográfica, que mira con nostalgia pero que no deja de ser ella misma muy joven por todos lados.
Ramiro Guggiari
CORREO ARGENTINO
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