Si algo hay seguro es que es una novela de amor. Del carnal que se confunde con sexo y goce y del más espiritual, del elevado; amor cortesano o sucio, lleno de fluidos y olores, de engaños y de traiciones por deseo. Pero también de desamor. De suspenso, fake news, conspiraciones internacionales en plena guerra fría e intereses ocultos de empresas fantasmas. De engaños, asesinatos y suicidios sospechosos, de cuerpos que desaparecen y de aparecidos. [...] En La gravedad de los cuerpos hay toda una tecnología al servicio de los desplazamientos, de las formas en las que se cruzan países, hemisferios y de los modos en los que se atraviesan atmósferas, externas e internas. Por eso también es una novela de escalas, de interrupciones, de bultos mal cargados y de equipajes cerrados a medias que develan secretos sin querer. Como cuando se abre una valija de ropa sucia en el aeropuerto frente a la mirada impávida y cínica del burócrata de turno, Mercedes Delatorre, con un estilo alejado del costumbrismo porteño, nos muestra, de manera descarada, las conductas más bajas y aberrantes de las personas junto con las más sublimes. Lo bello y lo abyecto, lo de arriba y lo abajo parecen convivir en un relato que sube y baja con la misma intensidad. Queda el lector advertido.
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