Jacques Lacan fue por cierto libre de dirigirse a la libertad del otro, ya sea en su ejercicio del psicoanálisis, sus presentaciones de enfermos, su seminario (la escena lacaniana).
Así rompió con un prerrequisito que mantenía a la locura bajo el dominio de la necesidad –lo que debía oponerlo a Henri Ey y acercarlo a Michel Foucault–, para quien la libertad está sólidamente implicada en la noción misma de locura y pertenece al ámbito de su existencia.
Si la sublevación del loco y también la del niño se muestran como intratables, se sustraen al dominio que se intenta ejercer sobre ellas, ¿no es acaso en razón de que está en juego su libertad?
Más vale tomar nota de eso.
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