Me comenzaban a ineteresar las casas que habían muerto porque, a diferencia de las personas, uno las podia revivir. Eso es lo que buscaba una mañana brumosa frente al mar de Miraflores. Una casa para resucitar. Una casa donde hubiera habido vida a raudale que se hubiese extinguido poco a poco hasta quedar reducida a telas de araña y a fantasmas.
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