Admirada hasta el fanatismo por Vivian Gornick -quien prologó alguno de sus libros y la definió como “de una profundidad excelsa”- , por Truman Capote -el texto que le dedicó es maravilloso-, por Wallace Stevens –“su arte reside en intentar ocultar su sofisticación. No hay nadie mejor que ella”- y por muchos y muchos más, Willa Cather no es sin embargo una escritora de culto. O mejor dicho, sí, pero no es solo eso. Es también una escritora muy leída, de amplia circulación, de permanente actualidad. En una frase: es una de las escritoras clave de la narrativa norteamericana del siglo XX. En La belleza de aquellos años nos reencontramos con vidas ordinarias entre la soledad y la melancolía, entre el detalle sutil y la ciudad áspera. Por momentos los relatos fluyen con la misma hondura que un cuadro de Edward Hopper. Mudanzas, existencias de “palabras simples y bolsillos vacíos”, la respiración contenida ante “las estrellas congeladas del invierno”: el mundo de Willa Cather convierte en poético a la vida cotidiana.
Selección y traducción de Maximiliano Tomas.
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