Hay que leer La agonía del cristianismo como un diálogo agónico de Miguel de Unamuno consigo mismo. Así entendía él el pensamiento. Es el diálogo de alguien que trata de convencerse a sí mismo de que hay una vida después de la muerte, y de quien sabe que la única certeza de esta inmortalidad se asienta en la lucha. La lucha de Unamuno, su agonía, no fue únicamente religiosa, sino también civil. Escribió el libro refugiado en París, en 1924, y por eso dijo: La escribí casi en fiebre, vertiendo en ella, amén de los pensamientos y sentimientos que desde hace años me venían arando en el alma, los que me atormentaban a causa de las desdichas de mi patria. En la agonía, y por la agonía, se anudan la España de la resurrección y de la inmortalidad.
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