Todos los lectores de Witold Gombrowicz conocen su Diario, publicado en la revista de la emigración polaca Kultura. Pero hasta ahora nadie sospechaba la existencia de otro diario, escandaloso, acerca del cual el autor le dijo a su mujer Rita: “Si la casa se incendia, toma el Kronos y los contratos, y corre lo más rápido posible”. Ese manuscrito permaneció totalmente secreto después de la muerte de Gombrowicz, en 1969 en Vence. En ese paquete de hojas escritas a mano, con abreviaturas que hacen pensar en un texto cabalístico, el autor irrumpe al desnudo.
¿De dónde surge que estas páginas inéditas sean tan extraordinarias? De que son ordinarias, justamente. Estas páginas son días. Días como los de cualquiera. Por primera vez, podemos asistir en tiempo real a los efectos de lo cotidiano en el genio gombrowicziano.
Los problemas de salud y de dinero. Los lugares. La gloria tardía que le llega. La sexualidad sin ambages. Es lo que está tras las bambalinas de la Obra, el laboratorio abierto a nuestra mirada.
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