¿Cómo llenar el vacío tras la muerte del perro que nos ha acompañado a lo largo de más de una década? A François Schuiten se le impuso un único remedio a la desesperación tras la pérdida de Jim: dibujarlo. Dibujarlo a diario, con lápiz, tinta y lágrimas, pero no solo como terapia para aliviar la pena, como estrategia ilusoria para conservarlo un poco más a su lado, sino también como un método profundo para conocer la dimensión del vínculo que los había unido de manera firme e invisible. De esta disciplina —que vino a reemplazar los largos paseos— nació Jim, a la vez evocación de los momentos compartidos y exploración del misterio de las relaciones entre perros y amos. Un álbum que conmoverá no solo a todos aquellos que han perdido un perro
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