La fotografía analógica y sus copias en papeles de plata gelatina tienen una fuerza energética, un aura y un misterio muy potente. Tienen un autor y aparece gente de verdad. Ese conflicto creo que potencia el magnetismo que generan las imágenes. Siempre traté de ser transgresor con mi obra, y siempre lo viví con miedo y culpa. Creo que esos sentimientos están en estas fotos. El “hallazgo”, que es un acto, una acción propia de la mirada del fotógrafo, en este caso no es el click, ni el encuadre, sino el hecho de encontrar la foto entre los cajones desordenados de los anticuarios.
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